Los tóxicos y venenos que pueden consumir accidentalmente los animales están por todas partes. De hecho, recientemente, mientras realizamos nuestra actividad cotidiana tuvimos un caso con nuestras propias mascotas. Los perros de nuestro compañero Pablo aparecieron con una bolsa de raticida en la boca y afortunadamente pudimos verlos. Así que queremos contarte lo que ocurrió ese día y aprovechar el caso para hacer una breve introducción al tratamiento de diferentes tóxicos esperando que sea de utilidad.
En el caso de los perros de Pablo, sabíamos ante qué veneno estábamos pero no sabíamos realmente cuánto de éste habían ingerido. Ante una situación de posible intoxicación, lo primero que debemos hacer es identificar el tóxico siempre que sea posible, con el fin de facilitar la información al veterinario en el momento de la atención. En este caso, sabíamos que estábamos ante un raticida, veneno que se absorbe en el organismo una vez entra en el estómago, generando graves problemas de coagulación que comienzan varios días después sin que nos demos cuenta y de manera irreversible pudiendo llegar a la muerte del paciente. Por tanto, es de vital importancia hacer vomitar al paciente para expulsar todo ese contenido. Sin embargo, debemos tener en cuenta que hay otros tóxicos (cáusticos, irritativos, lejía…) que son productos que generan un daño irritativo en las mucosas externas de la orofaringe y del estómago, casos en los que no se debe de hacer vomitar al paciente (puesto que podríamos generar aún más irritación) sino que se deben contrarrestar los efectos indeseados de otra manera.
Pero ¿qué hicimos con los perros de Pablo? Lo más importante era hacerlos vomitar como máximo en la primera hora desde desde que sabemos que se ha ingerido el producto, para que no se digiera ni pase al organismo (de hecho, sería ideal hacerlo en la primera media hora). Para ello hay varios mecanismos, en este caso usamos el agua oxigenada, que lo que hace es generar una reacción al llegar al estómago que produce mucho gas hasta conseguir el vómito. Pero también hay otros fármacos que nos ayudan a conseguir el vómito. En cualquier caso, siempre hay que tener mucho cuidado con la cantidad de agua oxigenada que se da, tanto en la cantidad (para no intoxicar) como en la administración (ya que si lo traga mal o nosotros hacemos sobreesfuerzo para que lo trague se puede producir una neumonía por aspiración). El efecto no siempre es inmediato, por lo que ayuda dar masajes en el estómago y darles paseos para ayudarlos a expulsar.
Una vez conseguido el vómito, lo siguiente que hicimos fue administrarles carbón activo, un gran aliado en cuadros de intoxicaciones porque estando en el estómago, si todavía hay partículas del tóxico en cuestión, el carbón activo se va a unir a esas partículas y va a impedir que se absorban para luego eliminarlas en las heces. El carbón activo solo es eficaz durante la primera hora desde que se ingiere el tóxico porque una vez absorbido el veneno ya no causa ese efecto. Por lo tanto, una atención temprana va a jugar un papel fundamental en el pronóstico del paciente.
El mundo de los tóxicos es muy complejo, de hecho hay algunos que incluso tienen un antídoto, es decir, que existen fármacos que contrarrestan los efectos adversos de ese tóxico. Sin embargo, el mayor problema frecuentemente es conocer el producto porque muchas veces no tenemos claro con qué se ha podido intoxicar una mascota (ya que no hemos visto el momento de la ingesta). En esos casos, trabajamos sobre los síntomas que podemos ver y las pruebas diagnósticas que realizamos para encontrar el tratamiento más adecuado. Lo más importante es siempre, siempre, siempre, prestar mucha atención a las mascotas y llamar al veterinario lo antes posible ante cualquier duda.
En el caso de Mango y Piña, los perros de Pablo, finalmente conseguimos que vomitaran a tiempo, pautamos el tratamiento necesario, realizamos pruebas sanguíneas y un cauteloso seguimiento durante los siguientes días hasta asegurarnos de que estaban en buen estado. ¡Qué alivio conseguirlo!